viernes, 11 de junio de 2010

CARTAS A QUIEN PRETENDE ENSEÑAR. POR ISELA RAMÍREZ GARCÍA

CARTAS A QUIEN PRETENDE ENSEÑAR.
PAULO FREIRE.

Paulo Freire fue un pedagogo brasileño. Al principio había estudiado derecho pero su mujer, Elza, (profesora de primaria), influyó determinantemente en la decisión de Paulo de dejar derecho para dedicarse a la pedagogía. Se dedica a alfabetizar a las personas adultas, inventando su propio método de alfabetización.
En 1980 regresa a Brasil donde pone su mayor empeño en la lucha por una escuela pública y de calidad para todos, de 1989 a 1992 asume la Secretaría de Educación de la Prefectura de Sao Paulo. A partir de 1992 da clases en la universidad de Sao Paulo y cursos y conferencias por todo el mundo. Muere en 1997. Entre sus obras Entre sus obras destacamos “la educación como práctica de libertad” y la “pedagogía del oprimido”.
Freire pretende devolver la palabra a aquellos que han sido condenados al silencio. Su voz, que viene de Brasil y de Chile, es la de los campesinos americanos, los indios marginados, aquellos que no conocen la escritura pues transmiten su cultura de forma oral.
Plantea que “la pedagogía dominante es la pedagogía de las clases dominantes”. Por ello la educación libertadora es incompatible con una pedagogía que ha sido práctica de dominación. La práctica de libertad sólo encontrará expresión adecuada en una pedagogía en que el oprimido tenga condiciones de descubrirse y conquistarse, reflexivamente, como sujeto de su propio destino histórico, (al estar oprimidos no tenían su propio destino), y con el método de alfabetización si podían acceder a él.
Ya desde su inicio refleja la necesidad de una escuela democrática centrada en el educando y a través de una práctica pedagógica. Se plantea pasar de la conciencia mágico-ingenua a la conciencia crítica fomentadora de transformaciones sociales.

Primera carta “El enseñar no existe sin el aprender”.
Los seres humanos vamos aprendiendo según nuestras experiencias y las de otros. Los profesores, tenemos la misión de guiar a los alumnos hacia la obtención de conocimientos, desarrollo de habilidades o destrezas, u obtención de ciertas actitudes y valores. Según, nuestra preparación nos acredita como personas que ya tenemos las competencias para llevar a cavo esta función. Se supone que ya sabemos lo que enseñaremos. Sin embargo, eso no significa que el profesor lo sabe todo y que ya no hay nada que aprender.
Los docentes día a día tenemos la oportunidad de aprender no solo de los errores de nuestros alumnos sino también de los propios. Ser profesor no implica saberse todo como una receta de cocina, porque se trabaja con seres humanos los cuales no siempre piensan, actúan o responden de la misma forma. Por esta razón, los maestros aprendemos en cada una de las experiencias que tenemos.
No siempre se es posible efectuar los mismos procesos, ni los mimos resultados. En cada experiencia y contacto que tenemos en el proceso de enseñanza y aprendizaje son caminos distintos que se recorren, pues no siempre los alumnos tendrán las mismas dudas que responder ni mucho menos siempre tendrán las mismas respuestas que dar a determinada interrogante. Es por eso que el “El educador aprende primero a enseñar, pero también aprende a enseñar al enseñar algo que es reaprendido por estar siendo enseñado”.

Por lo anterior, el maestro tiene el reto de estar en constante estudio, porque obtener una licenciatura no es suficiente para atender estos desafíos. Entendiendo el termino de estudiar como “alcanzar la comprensión más exacta del objeto, es percibir sus relaciones con los otros objetos. Implica que el estudioso, sujeto del estudio, se arriesgue, se aventure, sin lo cual no crea ni recrea”.

Una de las herramientas que le permitirán al profesor estudiar sus experiencias, es la lectura. La cual entendemos no solo como la decodificación de signos, sino como un proceso donde existe una comunicación entre el lector y el autor del texto. Leer, implica interpretar, analizar, reflexionar y comprender cada una de las palabras (enunciados) que el autor escribió.

No obstante, los profesores podemos llegar a enfrentarnos a diferentes dificultades de comprensión lectora. Para superarlas existen algunos instrumentos fundamentales. Entre ellos están: los diccionarios (entre ellos el etimológico, el filosófico, el de sinónimos y antónimos), manuales de conjugación de los verbos, de los sustantivos y adjetivos, enciclopedias; o bien, la lectura comparativa de texto de otro autor que trate el mismo tema y cuyo lenguaje sea menos complejo.


Segunda carta “No permita que el miedo a la dificultad lo paralice”

Ya hemos reflexionado sobre la importancia y el por qué los profesores debemos tener una constante preparación. Ahora bien, muchos logramos reconocer esa necesidad, sin embargo, no hacemos nada para atenderla. Con frecuencia el obstáculo que se debe pasar es el temor o miedo que provoca la sola idea de regresar al estudio.

Se define al miedo como “sentimiento de inquietud frente a la idea de un peligro real o imaginario”. El estudio es un proceso que se llega a considerar como complicado debido a que presentar muchos obstáculos. Hay que realizar investigaciones, comprender y escribir textos, analizar problemas, etc. Sin embargo, es el medio que nos permite superar nuestras dificultades y en consecuencia ser mejores en nuestra labor.

Es conveniente señalar, que al estudio lo tenemos que ver como un deleite y una necesidad; más no como una carga porque de ser así es muy probable que lo abandonemos en cualquier momento. Tenemos que estudiar por gusto, curiosidad, o por querer ser más competentes, no solo por obtener más puntos en el escalafón.

Si nos topamos frente a dificultades de comprensión de textos es recomendable utilizar instrumentos auxiliares como: los diccionarios, las enciclopedias, la internet, la lectura comentada, etc. Pero nunca cerrarnos a la idea de que no comprendemos y que mejor por eso hacemos a un lado la lectura. Huir frente a esta primer dificultad, es permitir que el miedo nos paralice.

Estas reflexiones no solo son dirigidas a los profesores para que ellos las apliquen en ellos, sino para que también las lleven a sus aulas. Nuestros estudiantes también deben de ver y sentir al estudio como una necesidad. Deben sentir gusto por ir a la escuela y no solo porque son obligados o presionados por sus padres.


Tercer carta “Vine a hacer el curso de magisterio porque no tuve otra posibilidad”

Hoy en día es muy frecuente toparnos con personas que se dedican a la docencia solo “porque no tuvieron otra posibilidad”; o bien, es frecuente escuchar decir “se hacen que me pagan, me hago que trabajo”. Son frases que en algún momento hemos escuchado hablar o peor aun las hemos dicho.

Sin embargo, se nos olvida que estamos tratando con niños, adolescentes, adultos (¡seres humanos!) con los cuales no podemos estar experimentando o jugando haber que sale o resulta. Tenemos la gran responsabilidad de contribuir en su formación par que su vida tenga éxitos o fracasos. Es por esta razón que los docentes debemos de tener una ética sólida, unos valores y actitudes bien definido. Debemos desempeñar nuestra labor con gusto y realizar nuestras acciones con la seriedad que se merece.

No obstante, tampoco debemos de conceptualizar nuestra función como la más importante, porque bien sabemos que atrás de nosotros esta otra institución formadora que es la familia y la sociedad en general. Sin embargo, si debemos de concebir nuestro quehacer educativo como fundamental en la formación de los ciudadanos.

En la actualidad, la sociedad ya no está reconociendo la relevancia de nuestro quehacer. Nos topamos ante bajos salarios, capacitaciones deficientes, escuelas formadoras de maestros de baja calidad, escuelas con pocos recursos o materiales, etc. Y es lamentable darse cuenta que en muchos de los casos nosotros mismos hemos contribuido a ese retroceso, claro está que unos más que otros. Maestros, que dejan a sus alumnos sin clases hasta por meses, por ser participes de huelgas que tienen la finalidad de mejorar sus condiciones laborales.

Con lo anterior, el autor no se refiere a que sean malas estas acciones. Por el contrario, ¿quién sino el profesor para reclamar sus derechos y valorar sus esfuerzos? Sin embargo, nuestros alumnos no son los responsables de que tengamos esas malas condiciones salariales, en consecuencia no tienen porque salir perjudicados. Hay que buscar las estrategias o formas más convenientes para luchar en defensa de la relevancia que tiene nuestra función pero donde no salgan perjudicados nuestros estudiantes.

Cuarta carta “De las cualidades indispensables para el mejor desempeño de las maestras y los maestros progresistas”

Un profesor debe contar con cualidades fundamentales para poder tener un buen desempeño. Un buen maestro no solo lo es por el hecho de haber obtenido un título o por que domina ciertas estrategias de enseñanza y aprendizaje, o bien porque tiene dominio de contenidos temáticos. Un buen maestro, tiene que ser humilde, amoroso, valiente, tolerante, con capacidad de decisión, seguridad, sentido de justicia y con parsimonia verbal.

Entendiendo a cada una de esas cualidades como a continuación se presenta:
• Humildad.- Entender que nadie lo sabe todo y que los docentes también somos seres humanos que podemos cometer errores o que tenemos debilidades. Aceptar las sugerencias tanto de compañeros maestros, como de nuestros propios alumnos con fines de mejora.
• Amorosidad.- Tener amor a nuestro trabajo y hacerlo con entrega y dedicación.
• Valentía.- Tener el valor de hacer cosas que muchos no se atreven por temor al cambio o a las críticas que hacen otros compañeros por prejuicios. No se refiere a que es malo tener miedo, sino al no enfrentarlo.
• La tolerancia.- Virtud que nos enseña a convivir con lo que es diferente, a aprender con lo diferente, a respetar lo diferente; claro está dentro de un ambiente democrático y responsable.
• Capacidad de decisión.- Ser capaz de tomar decisiones pero sin caer en el autoritarismo. Que los alumnos reflexionen sobre el por qué el profesor (a) tomaron determinada decisión o bien que ellos mismos lleguen a ella.
Seguridad.- El maestro debe tener una claridad plena de lo que hace, para qué y el por qué decidió hacerlo de tal forma. De los contrario, es conveniente darle a conocer a los alumnos que problemas existen, con humildad. Nunca debe caer en cinismo o en la invención de cosas.
• Paciencia e impaciencia.- La paciencia en exceso nos puede llevar al espontaneísmo, a la inacción. Y por otra parte, la impaciencia, por si sola, nos puede llevar a actuar sin pensar. Debe existir un equilibrio entre ambas.
• Parsimonia verbal.- Controlar nuestra habla. Identificar cuándo es necesario hablar y cuánto.
• Alegría de vivir.- Tener las ganas de superar los obstáculos y debilidades que se tienen. No tenerle miedo al riesgo de hacer las acosas diferente con fin de mejora.


Quinta carta. “Primer día de clase”

Uno de los principales problemas a los que nos hemos enfrentado los docentes en nuestras primeras experiencias como profesor, es a la inseguridad y al miedo de no ser capaz de conducir el trabajo. Como se mencionó anteriormente, el miedo es un sentimiento normal que surge ante lo desconocido y que no se juzga al que lo tiene, sino al que no es capaz de enfrentarlo.

Las sugerencias que nos da el autor en esta parte es que debemos enfrentar tal sentimiento con nuestros estudiantes, haciendo reflexión sobre el hecho de que también somos seres humanos y que el ser maestro no implica saberlo todo. Con ello, no solo lograremos su comprensión una disminución de este sentimiento, sino implícitamente nos vamos ganando su confianza.

Otra de las sugerencias, es que los docentes hagamos registros de nuestras clases con la intención de analizar cada uno de los elementos, acciones, actitudes, que se presentan; no solo por obligación sino con la intención de obtener aprendizajes que nos permitan mejoras en nuestra labor educativa. Para ello, es fundamental que estemos atentos en el desarrollo de nuestras clases, y seamos hábiles en la observación. Considerar no sólo los elementos contextuales de la escuela, también de su casa y comunidad pues de ellos reciben gran influencia.

Sexta carta “De las relaciones entre la educadora y los educandos”

Los profesores sabemos de la importancia que tiene el tener una buena relación con nuestros estudiantes, sin embargo no sabemos cómo conseguirla. En esta carta, Freire nos señala que en nuestra práctica educativa debemos tener una coherencia entre lo que decimos y hacemos. Por citar un ejemplo; es ilógico regañar a mi hija porque miente o utiliza palabras anticonsonantes y yo con frecuencia recurro a las mentiras y me escucha hablar esas mismas palabras.

Lo mismo sucede en la escuela, no puedo exigir responsabilidad, puntualidad, redacción de buenos textos, entre muchos otras cosas que puedo mencionar, si yo no educo con el ejemplo. Hacer esto, es comenzar mal y provocar una mala relación entre el docente y el alumno.

Por otra parte, ganarse el respeto es una gran tarea. ¿En cuántas ocasiones encontramos maestros que se dejan hacer como los alumnos quieren? Algunos lo podríamos llamar que es causa de la “falta de carácter”, otros podrían adjudicarlo como consecuencia del autoritarismo que existe. Ante esto, es sugerible que no se actué con autoritarismo ni tampoco nos vayamos al otro extremo, con inseguridad.

Otra de las cosas que valoran mucho nuestros estudiantes y es punto clave para que exista una buena relación entre maestro- alumno, es que exista una permanente disposición a favor de la justicia, de la libertad y del derecho a ser. De respetarlos, para recibir respeto. Reflexionar con ellos que cambiar de posición es legítimo. Para conseguirlo es recomendable darles a conocer las razones que nos hicieron cambiar de parecer ante ciertos acuerdos o decisiones. Con esto se evita la imposición de reglas y se invita a que las realicen por gusto y no por obligación o temor a las sanciones. En sí, se promueve la democracia.

Conocer el medio en el que se desarrollan también contribuirá a la buena relación, porque este conocimiento nos permitirá acercarnos y comprender el por qué de sus actitudes.


Séptima carta. “De hablarle al educando o hablarle a él y con él; de oír al educando a ser oído por él”

Si los maestros somos autoritarios es muy común que seamos los sujetos del habla. Si somos espontaneístas, es muy posible que no hablemos a ni con los educandos, los dejamos que se las arreglen como puedan. Por el contrario, si somos democráticos, hay discurso pero es menor. No solo se manejan diálogos sobre los contenidos sino de la vida misma. Es partir de las experiencias e inquietudes que tienen los alumnos, de sus saberes y necesidades. Trabajar de esta forma es integrar a los estudiantes y ello hace que se interesen más sobre el tema y ahora si logremos que también nos escuchen. Hay que oir al educando para ganarnos su atención cuando sea necesaria.


Octava carta "Identidad cul

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